CNP
La doble moral de las empresas periodísticas violenta el derecho de los ciudadanos

Una reunión desenfrenada que sostienen algunos actores políticos vinculados a ciertas organizaciones serviles a los intereses de las corporaciones mediáticas junto a varios diputados a la Asamblea Nacional, tiene una abrupta interrupción luego que el Iphone de última generación de uno de los asistentes al encuentro, frenara la discusión estéril sobre la presunta falta de libertades en el país para ejercer el oficio periodístico. 

Un señor acartonado y con una elegante vestimenta se aleja un poco de la mesa para recibir una flamante invitación a un congreso de expertos que se efectuará próximamente en Miami, donde tratarán temas relacionados a la acción comunicacional para la restitución de la «democracia» en ciertos países. Es decir, insiste una refinada voz femenina: «recibirá estrategias de cómo sacar desde los medios de comunicación a los Presidentes en aquellos gobiernos molestos».

El actor político asoma una sonrisa, se desata un poco el nudo de la corbata de seda y exclama: «Como siempre pueden contar conmigo». La voz femenina agradece el gesto de ese caballero al aceptar la invitación y procede a ratificar que, para ello, contará con todos los gastos pagos, boletería aérea, habitación en un lujoso hotel, las tres comidas, algunos brindis extras, pero lo más importante para el viaje de un «periodista serio», es que recibirá una buena tajada de viáticos en divisas y la cartilla de acción. 

«No se hable más», insiste el don a la sensual voz femenina, quien antes de despedirse le informa que tras aceptar la propuesta recibirá un correo electrónico con todas las acciones previas que debe realizar para materializar el placentero viaje de formación.

En pocos minutos, se integró nuevamente a la reunión, y sin haberse terminado de sentar, casi la totalidad de los asistentes procedieron a revisar sus teléfonos móviles, luego de haber recibido formalmente la misma invitación de esta organización que financia el conocimiento periodístico para el ejercicio de las libertades consagradas en la Constitución de la República Bolivariana de Venezuela. 

Tras ese incidente, la doble moral de los asistentes a ese encuentro fue más fructífera. Era el momento que esa suerte de semidioses agrupados en los espacios de la Comisión Permanente de Poder Popular y Medios de Comunicación de la Asamblea Nacional, ratificaran su más pulcro compromiso con las garantías al «derecho de proteger la libertad de expresión y el derecho a la información veraz y oportuna” en el país, pese a que ello significara el total desconocimiento de sus deberes como comunicadores. 

El tema no exime a estos actores políticos de querer potenciar los derechos consagrados en nuestra Carta Magna promulgada en 1999, sino que pasa por la actitud descarada con la que asumen la situación, valiéndose de la coyuntura que atraviesa el país para utilizar sus tribunas para la mentira, la desinformación y la calumnia. 

En Venezuela no sólo existen libertades para expresarnos y para recibir información desde dos sectores bien definidos como consecuencias de la polarización política imperante. Como en ningún otro tiempo, cualquier venezolano o venezolana o incluso un actor extranjero, puede expresarse sin vacilación, exponer sus ideas e incluso sin que le quede nada por dentro puede hasta insultar al Presidente de la República sin que eso le cueste algún tipo de sanción. 

Por otro lado, las empresas de la información fabrican a diario productos que buscan desestabilizar, crear caos, miedos y angustias en la población. Atacan sin escrúpulos y sin pruebas a todo aquel que piense contrario a sus intereses mercantiles, obvian sus amplias libertades que rozan en el libertinaje, pero lo peor de todo es que erradican de sus discursos y de su accionar los deberes que tienen a través de la acción informativa para con el pueblo. 

El sentido ético se ha transformado en una praxis mal sana que responde a la lógica capitalista de erradicar por completo el modelo social de justicia y derecho. Mientras todo esto pasa, sus artillerías siguen enfiladas en promover un golpe continuado, de a ratos sigiloso, muchas otras veces bullanguero. 

Recientemente este grupo de amigos de los hoy diputados de la bancada burguesa del Parlamento, se prepara nuevamente este año para campanear algunos tragos de whisky en una alta zona de confort, al mismo tiempo que recibirán la singular orden de gritar: «En Venezuela no hay libertad de expresión», ante varios tapa vientos para que sus cuentas en dólares americanos se inflen y su estatu quo mantenga su posición privilegiada de semidioses.

Por: Ángel W.  Muñoz J.